La realidad es que el hidrógeno no es verde. La cantidad de energía que necesitamos gastar para generarlo es mucho mayor que la energía que podemos extraer de él una vez generado. Desde un punto de vista matemático, esto representa una gran ineficiencia. Esta idea ha estado grabada en mi cabeza desde hace muchos años. Recuerdo una cena en Valencia, tras una Campus Party en el año 2000, donde tuve la oportunidad de escuchar al Premio Nobel Arno Penzias—descubridor de la radiación de fondo de microondas—responder a una pregunta sobre el hidrógeno como energía del futuro. Penzias, con gran claridad, despotricó sobre la idea: “Cuando para conseguir 'X' cantidad de energía tienes que gastar una cantidad mucho mayor para generarla, estamos ante una locura no eficiente”, dijo. Esa frase quedó grabada en mí.
Entonces, ¿por qué seguimos adelante con el hidrógeno? La razón está en la naturaleza misma de la industria tradicional. Históricamente, la industria ha funcionado bajo un modelo de consumo continuo, proporcionándonos combustibles que siempre necesitamos: gas, gasolina, gasóleo. La idea de tenernos atrapados en una cadena de suministro perpetua, donde tú—como consumidor—dependes de su energía, es una mina de oro para ellos. Imagina un futuro en el que, en lugar de gasolina o gasóleo, repostemos hidrogeno en las gasolineras cada cierto tiempo. Para la industria, esto representa una continuidad ideal del negocio: solo cambia el combustible, pero el modelo de dependencia sigue igual.
Este es el motivo por el que vemos tantos proyectos de inversión en el hidrógeno verde. Sin las subvenciones públicas, esta industria no despegaría porque, en realidad, no tiene sentido desde un punto de vista económico: el costo supera los beneficios. Hace poco, en Comunidad Solar, hicimos los números para evaluar si merecía la pena, en lugar de utilizar baterías, instalar miniplantas de hidrógeno para almacenar energía, y los números no salían. La lógica detrás de muchos proyectos de hidrógeno verde es que, dado que ahora producir electricidad solar es tan barato, podríamos utilizar esa electricidad para producir hidrógeno. Sí, es cierto, pero también es una barbaridad. Es mucho más eficiente almacenar esa energía directamente en baterías y usarla desde allí, especialmente ahora que los precios están cayendo y todavía caerán más. Matemáticamente, los números no mienten: el almacenamiento en baterías es mucho más eficiente.
Aquí volvemos a mi reflexión anterior: la industria de siempre no ve con buenos ojos que cada uno de nosotros pueda tener sus propios paneles solares y baterías para ser independientes energéticamente. Para ellos, eso es terrorífico. Lo ideal, desde su perspectiva, es que sean ellos quienes generen el hidrógeno que luego nos vendan como "verde". Es un modelo que perpetúa la dependencia y asegura su rentabilidad.
Dicho esto, puede que existan aplicaciones específicas en las que, mientras las tecnologías de baterías no mejoren lo suficiente, el hidrógeno pueda tener cierto sentido como sustituto de los combustibles fósiles. Pero no debería verse como la solución ideal ni como un método a gran escala para almacenar energía. Veremos qué nos depara el futuro del hidrógeno, y quién sabe, quizá algún día alguien invente el "hidrógeno rosa" y le encuentre una utilidad diferente.
Se feliz terricola.